Marruecos on the rocks.
De Midelt, entre grava y cauces, hasta Boumalne (Dades).
Escrito por Javier (Navegante), fechado el 10 de octubre de 2017.
Otra maravillosa mañana en este viaje a los largo de Marruecos, ayer hubo tormenta en la zona del Atlas en la que estamos rozando y nos adentraremos hoy, según me dijo anoche Javier después del "brifing" nocturno.
Salimos del hotel en dispersos grupos de motos, Javier para en la gasolinera cercana y repostamos, me dice que hoy debemos alargar los respostajes que están lejos al principio, todos casi al final de la etapa, así que hay que procurar consumir poco. Esto es lo que estamos haciendo desde que vinimos, rondamos los trescientos kilómetros con tres cuartos de deposito. Nos metemos en faena y casi sin darnos cuenta estamos rodando por pistas de grava, de vez en cuando un cauce y algunos pasos en los pueblos, en uno de ellos topamos con barro y vamos al suelo, pero sin consecuencias, Miguel y el grupo que forman varios "riders" nos ayudan junto con un paisano a levantarme y cruzar el charco de barro, Javier está bien. A lo largo del día de hoy nos iremos adelantando en una persecución tranquila, salteada de motivos para hacer fotos. El paisaje, aunque montañoso, sigue aún con arboleda y tierras rojas destacan sobre el ocre horizonte.
Llegamos a un punto de control, Javier sella el pasaporte, el otro claro, mientras bromea con Nomad, otro de los integrantes del STAFF, que está por allí haciendo fotos y vídeos.
Vamos subiendo por las estribaciones del Atlas, cada vez adentrándonos mas y más en su interior, las ciudades se han convertido en pequeñas aldeas y kábilas, de casas de adobe, huertos y plantaciones de manzanos salteadas en los valles fértiles, mientras los cerros van perdiendo su cobertura verde. Las plantas son crasas, cardos y chumberas bordean los huertos. Es curioso que en este país no hemos visto aún cercados para el ganado o simplemente marcando las tierras o propiedades. Las separaciones en los huertos son de cañas o arbustos, todo parece de todos y emana una sensación de tranquilidad, como si el tiempo se hubiera detenido.
Seguimos ascendiendo, el terreno es cada vez más abrupto, formando colinas de vertientes dibujadas contra el monte. Siguen las laderas moteadas de arboleda y arbustos, la tierra tiene un color rojo y se suceden valles profundos, como heridas en una tierra surcada por el arado geológico del agua y el viento. Las gentes son cada vez mas autóctonas, mas pegadas a la tierra en la que viven, llama la atención los colores vivos de sus chilabas y los chiquillos miran con ojos recelosos, buscando entrever algo a través de nuestros cascos. Se siente una extraña tranquilidad, parece que la vida es aquello que realmente pasa entre las manos de estos pueblos, mi electrónica está como al relentí, parecemos parados en el tiempo, suspiro casi sin darme cuenta y mi corazón parece un susurro entre las casas de barro y las calles de arcilla roja, no quisiera perturbar la paz que nos envuelve. Javier lleva mucho rato en silencio, no me dice nada, pero se que está sintiendo esta tranquilidad, apenas levita sobre mi asiento y pasea su mirada entre casas y gentes, no aprieta sus muslos contra mi, ahora estamos mas unidos, somos uno, casi a punta de gas, enlazamos curvas, cauces, valles y pendientes, es un oasis perdido en la noche de los tiempos. Le molesta el píe de la caída, aún hace algún extraño al cambiar de marcha, pero le noto mejor, incluso de ánimo. Creo que para ambos este viaje esta siendo una vuelta al interior que alguna vez hemos llegado a perder, por mi parte soy consciente de que todo está en su sitio y que los dispositivos que me hacen ser lo que soy, están alerta, pero también los siento remotos, como distantes, creo que entiendo lo del espíritu GS. Hemos llegado a un punto en que no cae falta que Javier me diga nada, se lo que está pensando, he conseguido deducirlo de su posición, calor, etc.
Estamos llegando a un punto importante, veo que Javier esta buscando algo en la carretera ascendente por la que vamos, en un recodo, un bar y en él muchas motos, entramos y detenemos la marcha. Los amigos del STAFF están aquí, ayudando, dando consejos, haciéndonos la vida más fácil, tanto a nosotras como a los "riders". Es un orgullo pertenecer a esta tribu de gente variopinta, singular, pero con la meta común de disfrutar en moto, de la moto o con las motos, ¡todo vale!.
Javier entra en el establecimiento, pero sale pronto y se dirige hacia la carretera, allí pasa algunos minutos y vuelve a mi lado:
- Blanquita, David esta mañana dobló las barras de la amortiguación delantera de la moto, las horquillas, pero se las han enderezado y las están poniendo otra vez, es increíble lo que acaban de hacer Toni y Jhonny, parecía el "Dakar". La verdad es que si me lo cuentan seria difícil de creer. Voy a terminarme el té y seguimos la marcha, no tengo mucha hambre hoy y la verdad es que vamos bien, los últimos como siempre, pero a buen ritmo.
Al poco, vuelve y comienza a colocarse la chaqueta, los guantes, el casco, lentamente sube a mis lomos y suelta una exclamación...
- Que confort, que a gusto me siento ahora, Blanquita.
Partimos, con otros grupos de motos y seguimos ascendiendo, los parajes se vuelven inhóspitos, desaparecen los macizos de arbustos para dar paso a plantas bajas, espolvoreadas en las laderas, como temiendo a caerse si crecieran más, son de color ocre y parecen ser gustosas para los rebaños de ovejas y cabras que vamos cruzándonos por el camino.
La enormidad y majestuosidad de los riscos que nos cercan no se pueden describir, son como fortalezas destruidas por la guerra constante de la intemperie, paredes que ascienden en vertical, para terminar en llanos y explanadas cinceladas por los vientos.
Pasan kilómetros y no parece que lleguemos a las alturas que tanto tiempo llevamos persiguiendo, cada vez que pasamos una montaña, se divisa otra mas alta... si seguimos así tocaremos la luna esta noche, de pronto y como por encanto, una enorme hendidura en el macizo de montañas que atravesamos. Es un corte profundo, surcado por torrentías y gargantas de pronunciadas paredes que han formado un fértil valle en su fondo, descansando en el fondo del valle, un hilo de plata se refleja en mis faros, como una herida sangrante de esta magnifica tierra que nos sobrecoge. El desértico paraje de piedras, rojizas, de múltiples tamaños y formas, me hace recordar el porqué del titulo de este escrito. Siento como el aire caliente asciende formando una brisa calida que rompe el silencio de la hermosa herida de este cañón. En su borde, las pequeñas siluetas de varias hermanas y primas aparcadas en la carretera, con los "riders" asomándose al vacío de los tajos y tomando fotos, formamos una estampa curiosa, somos en la distancia un grano de la arena que nos rodea si embargo nos sentimos elegidos al poder contemplar este maravilloso paisaje que formará parte de todos nosotros para siempre.
Proseguimos camino, descendiendo en una sinuosa carretera, de pendiente muy pronunciada, para ir poco a poco alcanzando el valioso hilo de plata que forma el valle, llenos de palmeras, manzanos y granados. Grandes cantos rodados entorpecen el avance del agua en su cauce, que hace que está se divida, se retuerza como un sarmiento viviente enroscado a las enormes rocas que algún glaciar despistado y las lluvias ocasionalmente fuertes han ido deslizando laderas abajo.
Acometemos el valle y con paso sinuoso vamos sorteando la carretera, que se transforma del asfalto a la grava según avanzan también las obras que la acondicionan. Fuertes paredes de sedimentos rojizos nos flanquean a uno y otro lado, el valle es ancho y las aldeas se estiran a su largo, como buscando la fuente de vida que supone el agua. Detrás nuestro viajan Laura y Javier, en un vehículo de apoyo.
Javier estira el cuello en cada curva, para intentar ver mas allá de los limites de los verticales taludes de la carretera, luego cierra la trayectoria para evitar toparse de frente con algún despistado, algún soñador que vaya admirando el paisaje o algún paisano con su carga de leña, forraje o dátiles. En las casas, se ven pequeñas planicies llenas de los frutos de las palmeras, marrones o amarillos, están a secar debajo de chamizos de paja o caña.
Las paredes del valle se acercan cada vez más, hasta que mis faros bizquean contra una hendidura perfecta, dos paredes verticales separadas por algunos metros parecen cerrarnos el camino. Javier se detiene detrás de Carlos y Silvia y admira estupefacto el enorme tajo en cuyo fondo nos encontramos, se baja y saca de su pernera la cámara de fotos.
Otros "riders" van parando detrás, no eramos los últimos esta vez. Hablan y admiran lo que tenemos delante, gracias a la naturaleza salvaje nuestros cuerpos se regalan con estos paisajes únicos.
- Esto es maravilloso, Blanquita desearía que los niños y Merche vieran esto, seguro que les gustaría. Vamos a continuar bajando el rio Todgha, para nosotros el rio Toudrá, que forma esta garganta de Gorges Toudrá tan espectacular.
La garganta parece un túnel excavado en roca y sedimentos, los lugareños venden rocas, fósiles y recuerdos, la zona esta repleta de turistas, algo que contrasta con la soledad que hemos traído por el camino, vamos llaneando entre las verticales paredes que nos abordan y que poco a poco se empiezan a separar, atravesamos pequeñas aldeas y surgen muchos bares y teterías, también se ven albergues y alojamientos, definitivamente estamos en una zona turística.
Llevados por el entusiasmo del espectáculo que acabamos de vivir, vamos sin darnos cuenta entrando en un valle mas ancho, mas fértil y sin advertencia alguna el valle se convierte en un oasis de palmeras, cientos de miles de palmeras rodean el hilo de agua del rio, que se adivina bajo el penetrante follaje y la opulencia de sus semillas, los dátiles resaltan entre le verde brillante de las hojas de las palmeras, a ambos lados de la alfombra verde, se divisan casas de adobe, cada mirada se convierte en una postal y de cada postal se podrían sacar otras muchas. La vista no alcanza a ver el principio ni el final de esta enorme lengua vegetal. Nos detenemos al borde de la carretera y Javier, saca la cámara de fotos y bebe agua, debe estar como yo, estoy tan emocionada que apenas detecto mis extremidades...
Pasa alguna que otra compañera de fatigas con su carga bien acogida en su sillín, todos parecen estar sin habla. Ni ellas ni ellos dicen nada, solo observan la maravilla en la que nos hemos metido.
- Hemos atravesado el Atlas en su parte más oriental, ya falta poco para llegar a nuestro destino, pero el día de hoy ha sido un regalo, no olvidare estas gargantas, valles y macizos que hemos atravesado. Gracias Blanquita por regalarme un viaje único. Me gustaría poder contarlo a la familia, pero... no hay palabras para explicar lo que siento ahora.
Mientras Javier vuelve otra vez a la liturgia de vestirse para navegar a mis lomos, noto como unas lágrimas aparecen en las ventanas de sus ojos, se humedecen y brillan como dos faros en la niebla, mientras perdidos apuntan al horizonte del verde follaje que debemos abandonar. Una última mirada y vuelta al camino.
Entramos en otro tipo de tierras, llenas también de piedras y mas piedras, son ocres y grandes llanuras salpicadas aquí o allá de enhiestas montañas aisladas. El verde da paso a los ocres y la vida empieza a parecer escasa. La carretera es buena y nos deslizamos a buen ritmo por enormes llanos entrecortados de cuando en cuando por curvas misteriosas que zigzaguean entre cerros de alturas truncadas, tras las cuales vuelven a aparecer los enormes llanos, mudos, solo salpicados por hilos de vegetación apegada a los cauces angostos del desierto que nos empieza a cercar.
Aparecen acacias de agudas púas, salpicadas entre olivos y cañas. Rebaños de cabras se desplazan entre las verdes franjas de arboleda, sin querer salir al desierto que las rodea, las cerca, las delimita, puede que su cercado no sea necesario, por su bien saben donde mantenerse. Nos acercamos al fin del viaje de hoy, ha sido toda una aventura, pero Javier esta ahora más cómodo, casi flota en el sillín, no siento mas que una caricia de sus manos y de pronto me palmea el deposito y dice con voz entrecortada por el viento que generamos:
- Esto de hoy ha sido un viaje, mas que una salida en moto de un día, parece que hemos pasado varios días en ruta. Hoy te has portado, vamos a repostar que hace falta para mañana y después el descanso, que lo tenemos merecido para ambos.
Sin complicaciones llegamos a nuestro destino, Javier saca los bolsos de las maletas, y se prepara para marchase, pero antes una mirada a la tornillería, las manetas, los espejos, los frenos, todo está en su sitio, pero empieza a ser una costumbre de este viaje, comprobar que estoy bien al final de cada día, algo que me llena de orgullo.