Arasanz Garcia

ArasanzGarcía

Nieve, lluvia, barro, arena y un esguince de cilindro.

Del Hotel Xaluca Erfoud entre valles y estepas a Nador bullicioso.

Escrito por Javier (Navegante), fechado el 3 de noviembre de 2018.

Valles de palmeras.Salimos cruzando el arco en dirección norte, somos los primeros y parece que Javier se anticipa al resto de riders. Un kilómetro más adelante entramos en una gasolinera y Javier comprueba la presión de los neumáticos.

- Después de llevarlos con 300 gramos de presión por debajo de lo necesario, es menester, "blanquita", que volvamos a las presiones adecuadas para carretera. Ya no entramos en lenguas de arena y nos esperan 600 kilómetros hasta Nador, a tus lomos esto no es nada. Volvemos a buscar a Álvaro y Nicasio, que por cierto esta mañana no lo he visto.

Así fue, nos dimos la vuelta y volvimos al hotel, con deposito lleno y los neumáticos ajustados de presión, para buscar a Álvaro y su montura, ya que la de Nicasio estaba solitaria en el parking cuando salimos.

Tomamos dirección norte, entre 18º y 347º, con el sol a nuestra derecha y el "oued" Ziz tan pronto a un lado u otro de nuestro camino. Ascendíamos paralelos al cauce y en los tranquilos meandros se acumulaban bosques de palmeras y frutales y huertos que hacían manchas verdes entre las rocas ocres y rojizas del entorno.

Era una agradable mañana, la N-13 nos permitía ir devorando distancias, entre largas rectas y cambios de dirección suaves. Llegamos a Er-Rachidia y la carretera torno en ascenso entre curvas y pudimos admirar el lago Al-Hassan Addakhil, reserva de agua dulce que alimenta las gargantas secas de pueblos y aldeas de la zona. Entre curvas, con silencioso vaivén, pasábamos la garganta del Ziz en dirección Zebzat. Íbamos sorteando las costillas del enrome Atlas, con serpentinas curvas encajonadas entre costales de piedras y tierra, entre costillas hermosas, llanuras semidesérticas, con apenas algún cambio de rasante y alguna despistada curva.

Alturas y nieblas.Ascendiendo colinas.Ovejas.El fresco nos acompañaba, casi con ganas de bajar la marca del termómetro, alcanzamos la cima de 1897 metros, cuando llegamos a las proximidades de Midelt, desde las alturas se dominaba un enorme mar de nubes, debajo nuestra, inundando todo el llano que teníamos delante de nuestros asombrados faros. Comenzamos un ligero descenso y antes del desvío que marcaba la ruta, en el mismo borde de una gasolinera, paramos a tomar un descanso, corto, pero suficiente.

Siguiendo el roadbook tomaríamos rumbo nordeste, para rutear la N-15, entrando de lleno al mar de nubes que habíamos divisado. La temperatura descendió unos grados y sentí a Javier arroparse contra mi, era una agradable sensación. Íbamos acompañados de la soledad que nos da ir en moto, del regocijo de ir solos en la multitud de amigos que compartimos la misma sensación, la misma ruta, la misma vida. No hacia falta tener la electrónica más pendiente de lo normal, la carretera estaba bien, hacia frio y el sol era un disco gris claro entre la bruma de acero nebuloso. Entre mares, entre un mar de nubes en el cielo y un mar de tierra, como un bocadillo de ilusión y aventura, avanzábamos, Álvaro y Javier nos guiaban por enormes llanos de labores marchitas, las tierras tomaban caprichosas formas, dando lugar a áridas praderas de marchitos cereales recogidos.

En descenso casi permanente, entramos en una carretera interminable, atrás quedaban las nieblas y el sol volvía a mostrarnos su sonriente y anaranjada cara. Íbamos en una enorme estepa de pequeñas plantas crasas y grandes rebaños de ovejas, oscuras y blancas. De cuando en cuando se cruzaban en nuestro camino y mis frenos nos detenían ante las anárquicas trayectorias de nuestras compañeras de estepa. Salimos en dirección este tomando el desvío hacia la R-606, en un altiplano que rondaba los 740 metros, rodeados de suaves colinas de esteparias laderas salpicadas de manchas de balsas de agua, algunas llenas otras embarradas. Siempre nuestras amigas balando a nuestro paso, protestando del ruido de nuestros motores que rompían su silencio devenir en esta estepa.

La carretera, estrecha, con obras a lo largo de muchos kilómetros, nos mantenía despiertos del letargo que nos rodeaba, solo los abruptos desvíos que marcaban obras mas grandes en algunos cortos tramos, ponían un toque de cambio, algo de aliciente en este interminable camino de asfalto, barro y grava, rodeado de las extensiones de una estepa árida, dura, uniformemente arisca.

Entre ovejas y espartos, engañados por sus validos, ascendimos en busca de los rayos cálidos del sol, llegamos al puerto de 1594 metros, y en una enredada caída, frenética, entre curvas y taludes abruptos, alcanzamos Debdú, habíamos bajado 571 metros en 10 kilómetros. Entrabamos en las llanuras del Atlas oriental, apenas vestigios de las enormes moles de su centro.

El camino se dirigía hacia el norte, las llanuras se tornaban cerealistas y salpicadas de arboledas de frutales, en fila, como en un desfile de manzanos, melocotones y albaricoques, guarnecidos por vallas de cañas y chumberas. El verde predomina en las laderas de las colinas que nos cercan el paso y que tenemos que bordear en largas y abiertas curvas. Las poblaciones se aprietan entre si, aparecen aldeas, urbanizaciones y poblados, desplegándose en los bordes de la carretera. Las gentes, caminan, pedalean o se encaraman a burros y carros, otros en coche y se trasladan de acá para allá, en un sin fin de viajes entrelazados.

Un te para el camino.En el barco.Llevados del roadbook, vamos dejando atrás estas llanuras y enfilamos los últimos montes de nuestra aventura, las alturas darán paso a la ciudad de Nador, bulliciosa, hervidero de pulmones suspirando por una ilusión, por un mañana. A sus silenciosos suspiros nos unimos nosotros, llegando al borde del mar y paseando nuestros esculturales y musculosos cuerpos de acero y plástico por las orillas del paseo marítimo de la ciudad, orgullosas de nosotras y de nuestros riders.

A trece metros sobre el mar, en el parking del restaurante de entrada al puerto de Nador, hicimos alto con nuestros cilindros cansados, pero nuestros electrónicos recuerdos se agolpaban mientras los riders se regalaban con una cena antes de la partida hacia el mar....

Salimos pronto en pos de la maquina de acero que nos cruzaría de vuelta a casa, Javier algo tenso, parecía querer llegar pronto, entramos en el puerto y me dejo abandonada a mi suerte, mientras entraba en la aduana para formalizar los tramites de salida de este hermoso país. Cuando entrada ya la noche salio Javier con los documentos en regla, todos habíamos formado ya un grupo, los amigos de staff vigilaban y a su vez preparaban sus documentos, todo era un ir y venir.

Otro corto desplazamiento y paramos a la espera de embarcar, presentamos los documentos y los estibadores nos dieron su beneplácito para subir al barco, con decisión abordamos la rampa de acceso al estomago de hierro de aquella mole. Ya dentro, mientras subíamos a a bodega que tenían reservada para las motos, oí un enrome suspiro:

- Blanquita, este año ya no nos quedamos en tierra, ya hemos subido. Mi corazón estaba a cien, recordando el periplo del pasado año. Esta vez todo ha sido perfecto y ahora tenemos toda la noche para descansar.

Aparcamos al lado de otras amigas y Javier cogió las bolsas en donde llevaba la ropa de cambio y poco más. Se aseguro que estaba bien sujeta y después de echarme una cariñosa mirada, ensoñadora y húmeda, desapareció entre las puertas pintadas del acceso a los camarotes.

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