Arasanz Garcia

ArasanzGarcía

Nieve, lluvia, barro, arena y un esguince de cilindro.

Meknes azulado y Midelt nevado.

Escrito por Javier (Navegante), fechado el 29 de octubre de 2018.

Salida del hotel Dalia Meknes.Cruzando cauces desbordados.Amigos.Amanece otro día más. Desde el sótano del hotel donde nos encontramos no se aprecia mas que una claridad mortecina. Los riders van llegando a sus monturas y Javier también aparece con la bolsa en mano. Arrancamos y subimos la escarpada rampa de salida del improvisado garaje, para encontrarnos con una luminosa mañana, fresca, limpia y ataviada de nubes dispersas.

Partimos después de unas deliberaciones entre Álvaro, Nicasio Rodrigo y Javier, salimos por el arco hinchable del evento y comienza otro día de carreteras y sorpresas. Entre tierras de labor y manchas de monte bajo, salimos del área de influencia de Meknes y enfilamos en dirección sureste. Vamos paralelos al gran macizo de las montañas de Atlas, surcando valles y suaves colinas. Los arroyos de color chocolate o rojos de sedimentos, saltan y brincan por entre las piedras del cauce que los intenta contener.

En un suave ascenso, vamos pasando los dientes de sierra de las cañadas que atravesamos en las estribaciones de este mar de montañas. Algunas zonas me recuerdan partes de Andalucía, otras parecen las tierras de campos de Castilla la vieja, son parajes con aire denso y frio, que poco a poco van calándonos, los viajeros se acomodan cerca de sus monturas, buscando el refugio de los puños calefactados y del caliente motor. Javier se protege buscándome con su cuerpo, para evitar exponerse al aire que nos rodea.

Seguimos por la R701, que a veces desaparece en manchas de zahorra rojiza o negra típicas de la zona donde nos encontramos. Otras veces el buen asfalto nos hace avanzar lentamente a buen ritmo. Un paisaje cambiante que no podemos llegar a disfrutar. El cielo hace rato que no se ve y en su lugar las nubes de color gris tenue, de acero algodonado, llenas de opacas luces el campo que nos rodea, los verdes antaño brillantes se han trasformado en oscuras oquedades en las montañas, todo parece triste y las laderas parecen llorar, espesas brumas invaden las cañadas y nuestro animo.

- Blanquita, la organización ha comentado que podíamos ir directos a Midelt, pero nos habríamos perdido estas vistas, hoy a medias luces pero que en días soleados deben ser maravillosas. Vamos a parar y hacemos unas fotos.

Estábamos haciéndonos unas fotos cuando llegaron José y Daniel, se bajaron del Toyota de Nomah y allí estuvimos departiendo un rato, mientras se hacían fotos de un lado o de otro. Delante nuestra se apreciaban las nubes ya cerradas y la lluvia amenazaba en el horizonte. Íbamos en dirección a Jenifra y aún nos quedaban bastantes kilómetros por llegar, en Marruecos se avanza a buen ritmo en algunas carreteras, pero el tiempo de hace infinito en todas.

Rodrigo, Nicasio y Javier se enfundaron el traje de agua y enfilamos cuesta arriba para dar de bruces con la lluvia, fina, persistente. Las nubes de desgajaban desde las alturas e inundaban el campo ya mojado, empapando la tierra roja de las laderas y desbordando los arroyos de los valles. Nuestra atención estaba tan centrada en la carretera que apenas tengo recuerdos de las aldeas o pueblos que atravesamos, ni que decir tiene que fueron unos cuantos, pero en modo rain y con mi electrónica en máxima tensión casi no me percate de lo que nos rodeaba.

Estábamos llegando a Jenifra y el sol empezaba a destacarse de las nubes, poco a poco, kilómetros después, se alzaba solitario en un raso de azul tenue. Seguíamos avanzando por tierras marchitas, pero ahora soleadas y claras. Casi sin tiempo de darnos cuenta, llegamos al CP de la enrome ciudad de Jenifra. Allí nos dieron la mala noticia del día, teníamos que ir dirección Azru por la N8 para enlazar con la N13 que nos llevaría a Midelt, ya que el camino propuesto por la organización estaba cortado por nieve. Debíamos tener cuidado ya que el paso lo habían despejado hacia poco tiempo y seguía nevando aunque con bastante menos intensidad.

Comida en el camino.Tomamos pues la N8 y comenzamos un eterno ascenso, con el sol ya a nuestras espaldas y en dirección Norte, hacia Ifran. A los pocos kilómetros paramos cerca de una restaurante y los riders tomaron un tallin y unos pinchos morunos, pero sin ensartar. Javier me confesó que estaba deseando parar para echar un bocado, tenia hambre y no quería llegar a las alturas de Azru con el estomago vacío.

- Blanquita, reconfortado por la pitanza y el agua, descansado y después de una animosa charla con amigos... que más se puede pedir que continuar en moto hasta tocar el cielo si hiciera falta. Parecemos quijotes en este mar de colinas y olivos. Continuaremos a Azru para darte del maravilloso brebaje de fierabras con 95 octanos que tanto te mereces.

Salimos en dirección Ifran, ascendiendo por las suaves laderas de la N8, entre curvas y cedros. El cielo raso volvió a cambiar y un gris oscuro, como de acero viejo, parecía suspenderse sobre nuestras cabezas. La nieve se empezaba a acumular alrededor y los enormes cedros sujetaban copos de blancas formas entre sus laceradas hojas, como si quisieran atraparla. De esta guisa llegamos a Azru y en la gasolinera antes del desvío de la N13, llenamos los estómagos de nuestro alimento liquido, oloroso, vital. Formábamos ya un pequeño grupo y con la expectación en las caras, continuamos hacia el destino.

Cruzando el Atlas en Azrou.

No hacíamos más que subir, Javier controlaba el ascenso y movía el casco como preocupado, desde las copas de los cedros se desgajaban pelotas de blanca nieve y se estampaban contra el oscuro asfalto. La temperatura rondaba los cero grados y las barreras de nieve estaban levantadas, pero innumerables camiones y camionetas hacían caravanas en sus aledaños, síntoma de que solo podíamos circular los coches ligeros y las motos.

Dejamos los cedros atrás y unas enromes llanuras de blanca nieve nos cercaban, el viento azotaba nuestros cuerpos y riders y monturas nos ladeábamos al son de las rachas de la ventisca, era un baile helado con el viento furioso de las altas cumbres.

Llanuras de Midelt.Hotel Taddart Midelt.Llegamos a los 2100 metros y seguíamos subiendo, Javier no hacia más que observar el altímetro del navegador, tenia la confianza de que empezáramos a bajar y con nuestro descenso también descendería el riesgo de nieve en la carretera. Finos copos chocaban violentamente contra nosotros, como puntas de hielo fino. Alcanzamos los 2195 metros y delante nuestra apareció un enorme valle, del que solo podíamos vislumbrar laderas blancas sin fondo, Javier suspiró tan fuerte dentro del casco que yo misma lo oí a pesar de la ventisca.

Comenzaba el descenso y a ambos lados de la carretera se dejaban ver entre lentiscos, los Perros del Atlas, habituados a las comidas de los coches, permanecían sentados estoicamente, velando por su sitio en el festín de este paso. La carretera brillaba de la grasa de los camiones y coches, un arco iris deslizante cubría el asfalto, era mejor no mirar, pero brillaba con las luces de los pocos coches que nos cruzamos en la bajada.

Alcanzamos las cotas de Midelt, y tras dejar atrás la barrera de nieve, tomamos dirección este, en las llanuras se veían pequeños neveros detrás de las escasas plantas bajas, acumulados por el viento. Unas personas se manifestaban en la carretera, niños, mujeres y hombres cercados de la gendarmería marroquí, que mantenía la calma ante la tensión del momento. Gritos que no entendíamos y voces de protesta se elevaban a nuestro paso, Javier aminoro mucho la marcha para ir con cuidado, no quería tener conflictos y en estos casos es mejor observar y atender a los gendarmes, que nos dieron paso con un saludo. Con frio, cansancio y mucho que contar llegamos al hotel Taddart de Midelt.

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